sábado, 10 de abril de 2010

Catorce horas.

Mi día amenaza con detenerse
súbitamente, los letreros neón
palidecen, la locura cosmopolita
se desata, mi edificio destruido
distingo.

Mi refugio,
abatido sufro las escaleras hasta
el cuarto piso, adentro
las luces se han apagado.

Me detengo a beber un café
hirviendo
aún quedan memos que hacer
La puerta se abre, hiede a rosas
mi chica se viste  con su desnudez
y una toalla amarillenta
de su cabello aún gotea la gloría
me mira con lujuria y
pienso.
Quizá aún queda tiempo para el amor.

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