jueves, 8 de abril de 2010

Del mito del hombre…

“Algún día la posteridad te alcanzara y es preferible estar preparado…”

No sabía como empezar éste escrito, es posible que no lograse concebir de forma ordenada y con una sintaxis más o menos lograda todo lo que tenía y quería decir, ninguna idea me dejaba totalmente satisfecho. El mito de Bukowski se retuerce con furia en mi, ahí donde los convenientes se deciden sagrados.  Comenzare, les guste o no, relatando como llegaron a mi sus letras.

El primer ejemplar que tuve fue “Una de las más ardientes” (Love is a dog from hell), de editorial Laberinto, un regalo de una amiga muy querida, recuero que recibí el pequeño libro los primeros días del año, sin embargo el libro no fue abierto hasta meses después.  La razón fue que mi amiga vaticinaba un amor “a primera vista”, su entusiasmo me llevo a aplazar su lectura, por aquella época yo no me encontraba muy liado con las letras, no quería defraudarla a ella ni a mi. Llego el temporal de lluvias con todo su misticismo, con toda su melancolía, con sus días grises como negros y me decidí a tomar aquel “librillo”.
Aquello duro un instante, pase de la expectativa al prejuicio, del estupor a la osadía, de la sordidez a la genialidad. Después del brevísimo momento hice mías esas palabras por siempre. Aún me sigue reconfortando y divirtiendo como la primera vez que lo leí.
Cuando la vorágine termino me sentía aturdido, extrañado… como era posible que éste hombre pudiera decir tanto con tan “ridícula” simpleza, con tan deslumbrante genialidad. Me sentí invadido, sostenía con firmeza el libro sin poder volver a la normalidad.
Con Bukowski me vi flanqueado por un lenguaje lleno de voracidad, siempre en el filo de la decadencia, en imagines brutales que destrozaban todos mis paradigmas. Estuve rodeado de mujeres cubiertas de maquillaje corroído y tacones tan altos como sus esperanzas, todo devorado por monstruo hecho de colillas de cigarro baratos sobre ríos de nauseabunda cerveza. Con una honestidad tal, como “la orilla de un vaso que corta”, que desgarra la piel dejando la carne viva y humeante de un ser siempre en descomposición. Aquí en tierra de nadie el testimonio de los marginados, la realidad del submundo alcanza su cúspide, en ésas palabras dichas como navajas oxidadas, siempre listas para transgredir, para trascender.
Después vino el Oficina de correos, La senda del perdedor, Factotum, Música de cañerías, su obra entera. En la senda nace el perdedor, en la oficina se consolida. Todo lo demás es un accidente de aquellos días. Ahí se forjo el chico corrompido por el odio a su padre y vivió sus primeros días el joven al que la fortuna dio la espalda. En la oficina de correos ya con un método  conoce los pequeños placeres que lo acompañaran todo el camino, fornicar, beber y escribir. Creando centenares de historias en una vida llena de tropelías . Al final de su vida con un éxito consumado, el Bukowski siempre lucido continuara componiendo letras.

Mientras más recorres recorres sus libros el “ser humano”  y no la bestia misógina se revela.Ése hombre tuvo una herida y fue su vida. Recuerdo haberlo visto llorar por uno de esos amores obsesivos y aberrantes que tuvo en el documental “Bukowski Born into this” (2003), un hombre que vivió en y por la inmundicia, un hombre que tuvo como armas la visceralidad, la soledad, la miseria y las convirtió en algo hermoso, un hombre fracturado que creo un personaje de su propia vida, quizá, para poder cargar con ella. El viejo tenía mucho sentido del humor.
Una ovación de pie (los que puedan) para el hombre que “nació para robar rosas en las autopistas de la muerte”.

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